Sobre Gregorio Samsa.
Por: Luis
Camilo Dorado Ramírez
Ya eran las
seis, cuando Gregorio Samsa, habiendo ultimado los detalles del último marco
que había tallado, lo dispuso en su habitación, por encima de la mesa donde un
muestrario de paños esperaba a ser empacado para el viaje del día siguiente. Al
salir de su habitación, se dirigió a la cocina, donde empezó a hojear el periódico
revisando el horario de los trenes; Cuando su mama término de lavar los platos,
le hablo de su viaje y luego de despedirse, volvió a su cuarto donde había
estado toda la tarde, cerró con llave la puerta de madera, dejo listo el
despertador sobre el armario y se acostó tratando de conciliar el sueño…
Alemania
había invadido a Bélgica y la guerra que se pensó, seria de corta duración, se
había convertido en el conflicto bélico mas grande en la historia, donde se
derrumbarían los imperios más importantes de Europa; las marcadas diferencias
entre naciones, generó en los ciudadanos un nacionalismo igual de ardiente que
la misma guerra. La familia Samsa, no podía tomar parte de ningún bando, no
eran ni alemanes ni checos, a pesar de eso, eran vistos con desprecio, ya que
eran evidentes sus raíces judaicas, por más que se hubieran esforzado en
ocultarlas.
Gregorio
había adquirido con los años una imborrable tristeza que había aprendido a
maquillar con su sonrisa, a los 7 años había perdido a dos hermanos cuando
apenas tenían algunos meses de nacidos, y ese golpe lo atormentaría por el
resto de su vida. Había logrado cursar una carrera de derecho, pero Gregorio
no encontraba satisfacción en sí mismo, ni en lo que hacía, el mundo que
conocía era para el como un imperio de ceniza donde el viento soplaba
amenazante, incluso, en su habitación, donde se recluía, no encontraba ya el
deleite que le proporcionaban las sombras, también desesperaba cuando al
recurrir a su ventana en busca de alguna ilusión que lo motivara a vivir, no
encontraba nada que quisiera ofrecerle
algún consuelo, la niebla reinaba y apenas deja adivinar algunas formas en el
horizonte donde todo el paisaje era una sola sombra larga e incierta, el velo
de la realidad que ocultaba las muertes que sucedían apenas a unos kilómetros
de su cuarto. Pero más que la guerra lo que más atormentaba a Gregorio era la
guerra que se acrecentaba en su propio corazón y que no podía detener, sino
solamente describir por medio de los escritos que le gustaba realizar en sus
viajes y a los cuales se aferraba cada vez con mayor fuerza.
La debilidad de Gregorio, no era
solo anímica, su cuerpo escuálido y débil, lo hacía propenso a las
enfermedades, pero aun así, estas no se comparaban con su ánimo abatido, a
veces presentía desastres inminentes para él y su familia que retrataba de
forma inconsciente en las páginas que escribía en los vagones, el sabia además, que no había solución, por lo menos
humana.
A Gregorio lo molestaba la prisa
de los días, y por eso no lograba conciliar el sueño aquella noche, se sentía
demasiado lento para llevarle el ritmo a los tiempos, su padre se afanaba
continuamente por él y se frustraba al ver que su hijo no había heredado su
misma voluntad, pero él no podía fingir,
mas haya de una débil sonrisa, estaba hastiado del mundo, y más allá de la
cortina de niebla permanente en su ventana no parecía encontrar esperanza
alguna, el único alivio suyo era escribir, sin saber a dónde lo llevaran sus
escritos, esa deriva, preocupaba a su familia, pero no podía hacer otra cosa,
no podía dejar de ser quien era para alcanzar algunos florines de mas, el mundo
le sofocaba, todo su entorno y aun su mismo cuerpo, representaba para él una
carga.
El incómodo silencio dentro de su
familia, despertaba en él, cuestionamientos que lo llevaban a la depresión, por
lo que prefería el encierro, donde muchas veces escribía sobre si, se describía
así mismo a través de sus personajes, describía su angustia, recreado sus hábitos
y manías, que le provocaban la inquietante sensación de no poder ser quien su
familia hubiera querido, y cada que recurría
al cielo o la tierra desde su ventana, los encontraba fusionados en el
horizonte, como si no hubiera nada más que esta realidad y quizás por eso
tampoco en sus escritos se podía entrever lo infinito.
Buscaba ocultarse de todo y no
podía hacerlo de otra manera sino cruzando el umbral de la muerte, era la única
manera en que pasaría desapercibido. Pues estaba resignado ante su extraña
condición, y solo podía prever algo de esperanza al final.
Todos estos pensamientos, que
rondaban la mente de Gregorio, hicieron que durmiera apenas unas pocas horas,
por eso, cuando sonó el reloj desde su armario, y se encontró convertido en un
insecto, luego de entreabrir sus ojos, creyó que estaba soñando y volvió a
dormir esperando despertar con un sueño diferente, ese día, después de 5 años,
faltaría por primera vez a su trabajo.
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